ENTREVISTA.SERRAT: «EL MIEDO ESTÁ HACIENDO MUCHO DAÑO A ESTA SOCIEDAD»

entradas-Joan-Manuel-Serrat1 serrat2 joan-manuel-serrat-3 Joan Manuel Serrat

-Sigue siendo el poeta de las pequeñas cosas.Con una mirada cargada de sentido común para analizar el momento que vivimos

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¿Le apetece escribir con este tiempo? Me cambia mucho la vida. Soy una persona que ama y agradece mucho el buen tiempo, incluso el calor. Amo el calor, el agua y el mar desde que empieza el verano hasta Navidad. A lo largo de todas mis actividades artísticas he procurado desplazarme a la América austral en los meses de invierno, para pasar dos veranos al año. El verano lo representa perfectamente un melocotón, comerme un melocotón bien jugoso, que se me escurra el líquido por la barbilla y que me deje las manos pegajosas…, eso es perfecto.

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En sus composiciones hay siempre tiempo. Canción de cuna es autobiográfica, como una postal que le mandara la infancia: “Por la mañana rocío, al mediodía calor, por la tarde los mosquitos, no quiero ser labrador”. La vida del niño cambiaba absolutamente cuando llegaba el verano, cuando se encendían las hogueras de San Juan quemábamos todo el año y te ibas a la playa en libertad. O la familia te mandaba al campo. Todo aquello cambiaba absolutamente la vida. Es la relación del niño con el agua, con las balsas, con los sapos, con esos insectos que flotan, con los barbos, con todos los seres vivos… Y de alguna forma la tristeza que nos acompañaba cuando nos separábamos en septiembre y teníamos que empezar a renunciar a aquellas escapadas.

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¿Dónde estaban esos paisajes? Yo tengo dos paisajes fundamentales, el mar y el campo. El mar es la Barceloneta de mi niñez, con todo lo que representaba el recorrido desde la casa hasta la playa. Primero, trincar algo de comer en casa, bocadillo, toalla y bañador, la indumentaria que nosotros necesitábamos; colarte en el tranvía, colarte en los baños que entonces no eran públicos, para llegar a las instalaciones con piscinas y duchas. Hubo una época preciosa en la que me tocó ir a Navarra, con 13 años, a un lugar al que no había ido nunca, Viana. Ahora tengo una casa allí y voy a pasar alguna semana con mis amigos, gente con la que crecí y aprendí todo del campo. Mi madre tenía allí una amiga de la juventud. Iban al mismo baile de sirvientas y estrecharon lazos, una amiga a la que le unía el más profundo sentimiento que seguramente pueda unir a dos mujeres, que les ocurrió lo mismo a las dos, se les murió el novio pocos días antes de casarse. Eso creó en ellas un sentimiento mucho más allá de lo fraternal. Viana se convirtió para mí en la tía joven que yo no tenía, la tía cercana. Cuando ella dejó el oficio y se retiró, me llamó. Aquello fue maravilloso porque vivía en aquella casa como un hijo (que lo era, el hijo malcriado de la casa) y al tiempo vivía en un pueblo magnífico donde conocí a Alejandro y a Teófilo, toda esa gente con la que me crié. Viví de lo bueno lo mejor y de lo malo pocas cosas; en la ciudad somos peores.

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¿Cómo era el anterior muchacho, el niño, el hijo de Ángeles Teresa? Era un chico muy movido, muy activo, torpe, se me caían los vasos, estaba pensando en hacer la tercera cosa cuando aún no había hecho la primera, tenía que hacer las otras dos y no me acordaba de la anterior. Fui un excelente estudiante, muy brillante en la escuela de agricultura y en la universidad.

Tuve que pagarme la universidad con becas, cantando y dando clases”

¿Qué hizo en la universidad?Biología hasta tercero; dejé la carrera porque siempre he tenido que financiar mis actividades universitarias, parte la hice con becas y parte buscándome mis chapas, mis clases, cantaba… En una época estuve trabajando como becario en el Consejo Superior del Instituto Pirenaico. Era el año 1967, yo ya había cantado y aquello acabó de decidirme a emprender mi carrera profesional.

En su primer paisaje humano su madre fue fundamental. Era la que ponía el orden cotidiano, el trabajo, que era mucho, y el ejemplo, que también era mucho. Mi padre era lampista y trabajaba en Catalana de Gas. Muy mañoso, podía hacer cualquier cosa, desde una nevera hasta toda la instalación eléctrica de la casa, pintaba las paredes, alicataba el baño, lo hacía todo. Con todo lo habilidoso que ha sido mi padre, yo he sido muy torpe. El ejemplo no me lo daba con esto, me lo daba con su comportamiento, con su respeto a la gente, a su mujer, estas cosas tan importantes, el espejo con el que aprendes cómo son o cómo deberían ser las cosas. Mi madre también era un poco hiperactiva, con un genio más levantisco, me recuerda a la madre de Juan José Millás, cuando él cuenta que ella era desconcertante porque abría la nevera y decía: “¡Ay, cuánto pan, qué haremos con tanto pan!”. Y al día siguiente decía: “¡No hay pan, no hay pan!”. Tanto por exceso como por defecto mi madre pensaba que la hecatombe estaba a la vuelta de la esquina, aunque era muy instintiva y repentina, en realidad era capaz de conducir un ejército. Tenía un carácter muy sólido, menos duro de lo que ella quería aparentar, pero muy consistente. Y a pesar de todo lo que he dicho, muy cariñosa.

Ese episodio de la infancia y la adolescencia que es central no sólo en su vida sino en sus canciones, ¿le devuelve imágenes, postales de casa, con otros, de cosas que hayan ocurrido y que le vengan de vez en cuando a la memoria? Sí, pero vienen más si las reclamas. Y ahora las he reclamado para conmemorar mis 50 años en el escenario. Y previamente estoy preparando la presentación de “un objeto” para Navidad que contiene 50 canciones y 50 relatos, no sabemos muy bien aún cómo será ese objeto. Las 50 canciones no son lo que podría ser un relato histórico, en principio traté de hacer una lista cronológica y que la cronología llevara de una canción a otra, pero era bastante aburrido al oído y seguramente como documento. Sin embargo, lo que sí puede ser interesante es que escoja 50 canciones entre las cuales habrá algunas que puedan resultar muy curiosas. Por ejemplo, una de ellas va a ser el La la la, que voy a cantar en alemán, la grabé en alemán y es la versión que voy a poner; aquello fue un hito en mi vida, pero me niego en estos momentos tanto a prescindir de ella como a señalarla de una u otra manera. La hago en alemán para que quede constancia y que cada cual piense lo que quiera. Hay otras canciones, 25, que las hago con dúos con diferente gente. Y hay 50 relatos, no son memorias, son 50 ocurrencias u ocurridos que me han pasado en la vida o que yo he pensado, no creo que ninguna excesivamente dramática.

¿Qué le ha sorprendido entre lo que se ha encontrado? La claridad con la que aparecen, los ves con una nitidez extraordinaria y se pierde más lo accesorio pero lo que es lo mollar viene caminando solo. A veces, no sé cómo explicarlo bien, ves que el recuerdo tenía una falda plisada y ojos azules, pero no sabes cómo se llamaba.

PERFÍL

Joan Manuel Serrat lleva medio siglo cantando y hoy afronta la tarea de reconstruir ese pasado en el que ha sido feliz y nos ha hecho felices. Nació el 27 de diciembre de 1943, en Barcelona, y ha cantado al amor, al Mediterráneo, a las pequeñas cosas. Su vida y su voz están unidas a las vidas y a las aspiraciones de varias generaciones de españoles y de latinoamericanos que ven como propios el barrio de Serrat, su mar, sus creencias, las imágenes y las palabras a las que ha puesto música. Ahora prepara un disco en el que comparte sus canciones con amigos y colegas como Ana Belén, Víctor Manuel o Miguel Ríos, Silvia Pérez Cruz, Lolita, Quico Pi de la Serra, Pablo Alborán… El disco se llamará ‘Trencadís’ y lo estrenará en febrero de 2015 en una gira que comenzará en Uruguay, continuará por América y concluirá en España. Le hemos visitado en estos días de sol, y del verano nos ha hablado como parte indisoluble de ese entusiasmo por vivir en el que nos educó a tantos con su voz. Habló también, claro, de Cataluña, de su familia, de la alegría y de los tiempos que nos toca vivir. Y de cómo escribe, en el otoño de su vida, cuando llega el verano.

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