‘superhormonas’ contra el cáncer de próstata

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MEDICINA Oncología

‘Superhormonas’ contra el cáncer de próstata

*Un fármaco retrasa casi dos años el uso de quimioterapia

*La terapia reduce más de un 80% la progresión de la enfermedad

MARÍA VALERIOEnviada especialChicago
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En España se diagnostican cada año unos 25.000 nuevos casos de cáncer de próstata, el más habitual en hombres. En la actualidad, gran parte de la investigación se dirige hacie al 20-30% de ellos que ha dejado de responder a los tratamientos y desarrolla metástasis. Un fármaco autorizado desde 2012 para ser usado después del fracaso de la quimioterapia acaba de demostrar ahora que podría ser útil también como primera opción.

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Un estudio publicado en la revista The New England Journal of Medicine (NEJM) coincidiendo con el congreso anual de la Sociedad Americana de Oncología Médica (ASCO) -que se celebra hasta el martes en Chicago, EEUU- he demostrado que el medicamento puede retrasar más de dos años la necesidad de usar quimioterapia en un subgrupo concreto de pacientes con cáncer de próstata.

Desde los años 40 aproximadamente se sabe que los tumores prostáticos utilizan las hormonas masculinas como gasolina para su crecimiento. Aunque el uso de tratamientos hormonales suele ser eficaz en este escenario, es habitual que los tumores desarrollen resistencias y dejen de responder al tratamiento.

Como explica a EL MUNDO el doctor Joan Carles, jefe del programa de Tumores Genitourinarios del Hospital Vall d’Hebron y uno de los firmantes del trabajo, se considera que el tumor ha dejado de responder al tratamiento hormonal porque se detectan nuevas lesiones en la gammagrafía, porque algún ganglio o lesión pulmonar ha crecido o por el aumento del PSA en tres análisis consecutivos.

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Si esos pacientes, además, tienen muchos síntomas, como el dolor, los oncólogos no dudan en iniciar el tratamiento con quimioterapia. “Pero si el paciente está asintomático, hasta ahora teníamos muchas dudas sobre el inicio de la quimioterapia, por los efectos que este tratamiento en la calidad de vida”.

El nuevo estudio con 1.700 pacientes de 200 centros de todo el mundo (entre ellos el Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona) resolvería en parte ese dilema al demostrar que enzalutamide (“una especie de superhormona, un antiandrogénico muy potente”) puede retrasar una media de 28 meses el uso de quimioterapia en estos pacientes.

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Los resultados, dirigidos desde Oregon por el doctor Tomasz Beer, han demostrado que, frente al uso de placebo, el tratamiento reduce más de un 80% la progresión de la enfermedad y hasta un 29% el riesgo de muerte. “Desgraciadamente los pacientes acaban por fallecer, no quiere decir que ese 29% se cure”, aclara el doctor Carles, “sino que logramos retrasar el fallecimiento”; aunque en términos estadísticos esa reducción es de poco más de dos meses.

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Enzalutamide no es el único tratamiento disponible en ese nicho de pacientes, y como añade el doctor Carles, ya hay en la actualidad otros ensayos en marcha para comparar su uso combinado con otro de estos tratamientos (abiraterona). Además, hay también en marcha otros estudios con distintos subgrupos de pacientes para afinar lo mejor posible la terapia. Porque, como admite Carles, en pacientes sin síntomas y cuyo único signo de que han progresado es la subida del PSA en los análisis (sin ninguna prueba radiológica que demuestre nuevas lesiones) siguen existiendo dudas más que razonables sobre los pasos a seguir y sobre si algún tratamiento es más eficaz que un simple seguimiento estrecho hasta que la enfermedad dé la cara de otra manera.

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Este estudio en teoría despeja esa duda“, añade por su parte el doctor Daniel Castellano, presidente del Grupo Español de Oncología Genitourinaria, “aunque el oncólogo podría decidir con su paciente darle un compás de espera”. Nuevos estudios, añade este especialista del Hospital 12 de Octubre de Madrid, deberían ayudar a determinar los factores predictivos que permitan elegir qué pacientes deben recibir tratamiento cuanto antes y cuáles se pueden permitir esa espera.

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Enzalutamide está autorizado desde agosto 2012 en EEUU y unos meses más tarde en Europa (aunque en España el Ministerio aún no le ha puesto precio, por lo que sólo se puede usar por un procedimiento burocrático especial), para usar en varones con cáncer de próstata metastásico que ya han recibido quimioterapia previamente. Sin embargo, todo indica que con los resultados de este ensayo en fase III podrían servir a su fabricante (promotor de este estudio) para solicitar también su autorización en primera línea. Es decir, sin necesidad de esperar a las recaídas.

El cáncer de próstata es el tumor más frecuente en hombres (seguido del de pulmón), con casi 900.000 casos nuevos al año en el mundo. La incidencia de la enfermedad en nuestro país -unos 25.000 diagnósticos al año- es muy similar a la de otros vecinos de nuestro entorno, donde el de próstata representa en torno al 20% de los diagnósticos de cáncer en varones.

Gracias a los avances registrados en los últimos años, la supervivencia en estos pacientes ha mejorado casi un 20% en los últimos 30 años, y se sitúa aproximadamente en un 65,5% de los pacientes (lo que quiere decir que más de seis de cada 10 afectados sigue con vida a los cinco años del diagnóstico). En España mueren unas 6.000 personas al año por este diagnóstico, lo que lo convierte en la tercera causa de muerte por cáncer (tras los de pulmón y colon).

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Cada vez más supervivientes

Varias noticias en este congreso van a servir para confirmar que cada vez hay más armas para luchar adecuadamente contra el cáncer. Una de ellas viene de la mano de un estudio cuyos datos se publican en la revista A Cancer Journal for Clinicans, en el que se estima el número de supervivientes a un cáncer que habrá en 2024. Según este trabajo, tan sólo en Estados Unidos en torno a 19 millones de personas habrán superado esta enfermedad o convivirán con ella en 10 años. En España se calcula que en la actualidad hay 1.500.000 de supervivientes de cáncer, de los que la mayoría han sido diagnosticados hace más de cinco años y aproximadamente un 15% hace más de 20 años, según un informe de la Sociedad Española de Oncología Médica. Las tres patologías más frecuentes entre los supervivientes varones en EEUU son el cáncer de próstata (43%), el colorrectal (9%) y el melanoma (8%). Mientras que entre las mujeres, los tres tumores más comunes son el de mama (41%), el uterino (8%) y el colorrectal (8%).
Fuente:  http://www.elmundo.es

El elemento químico más raro del planeta se postula para vencer al cáncer

Un equipo de científicos desvela las propiedades fundamentales del astato, un elemento radiactivo del que sólo hay 0,07 gramos en todo el planeta y que es adecuado para destruir las células cancerosas como un misil teledirigido

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Si hoy nos dieran superpoderes a los 7.085 millones de seres humanos y nos encomendaran perforar el planeta en busca del elemento químico astato, dejaríamos la Tierra completamente agujereada, pero entre todos no llegaríamos a llenar ni una miserable cucharilla de café. El astato es el elemento más infrecuente del mundo. Se calcula que en un instante dado hay menos de 0,07 gramos en toda la Tierra. Una mosca podría llevar encima todo el astato del planeta.

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Cualquiera sabe que el oro es amarillo y que el hierro es gris, pero el astato es tan escaso que ni siquiera se sabe muy bien de qué color es. Se supone que es negro. Sin embargo, pese a ser un desconocido, es una de las grandes promesas de la medicina para vencer al cáncer.

Dos de las formas en las que existe, el astato-210 y el astato-211, se pueden producir en laboratorio en cantidades ínfimas. El primero es útil si lo que se pretende es asesinar a un agente de la KGB, porque se descompone en polonio-210, el famoso veneno empleado para matar al teniente coronel ruso Aleksandr Litvinenko. El astato-211, en cambio, puede salvar vidas: emite radiación de corto alcance, una propiedad ideal para construir con él misiles teledirigidos contra las células cancerosas.

Capaz de matar al enemigo

El proceso es sencillo de explicar y muy complejo de ejecutar. Algunas moléculas, como los anticuerpos que forman parte de las defensas del cuerpo humano, se dirigen específicamente a las células de un tumor, aunque por desgracia suelen salir derrotadas. Pero si se les añade un elemento radiactivo, capaz de matar al enemigo, se obtiene una terapia contra el cáncer: los llamados radiofármacos.

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El astato concentra su energía destructiva en 0,05 milímetros, la longitud de una célula cancerosa

El núcleo del enigmático astato-211 libera su energía en forma de chorros de partículas pesadas denominadas alfa. “Las partículas alfa son especialmente útiles para el tratamiento del cáncer, ya que depositan una gran cantidad de energía con un corto alcance, de aproximadamente 0,05 milímetros. Es más o menos el diámetro de una célula cancerosa, así que toda la energía destructiva se concentra en la célula del cáncer adyacente y se hace poco daño a las células sanas más alejadas”, resume Ulli Köster, experto en radiofármacos del Instituto Laue-Langevin, en Grenoble (Francia).

Köster es miembro de un equipo internacional que acaba de desvelar una de las propiedades fundamentales del astato. Cualquiera que haya pasado por un instituto recuerda haber memorizado, o apuntado en una chuleta, la célebre tabla periódica de los elementos, con la cantinela de los halógenos: flúor, cloro, bromo, yodo y astato. El astato era el único elemento presente en la naturaleza del que se desconocía su potencial de ionización, la energía necesaria para arrancarle un electrón. Esta propiedad es fundamental para confirmar la estabilidad de los matrimonios que forma el astato con otras moléculas.

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Implantes radiactivos

“La estabilidad de los enlaces químicos entre las moléculas que buscan al cáncer y su carga radiactiva son importantes para asegurarnos de que el astato-211 es transportado realmente a la célula cancerosa y no es liberado de manera incontrolada en el cuerpo humano”, explica Köster.

«Es un poco como la diferencia entre un cañón y una pistola de aire comprimido»

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Lon J. Wilson Químico de la Universidad Rice (EEUU)

Muchos hospitales del mundo llevan a cabo tratamientos del cáncer similares, conocidos como braquiterapia, en los que se coloca un diminuto implante radiactivo cerca de las células cancerosas para destruirlas. Se emplea, por ejemplo, contra el cáncer de cuello de útero, de mama y de próstata. La ventaja del astato es que las partículas alfa que emite son 4.000 veces más masivas que las partículas beta procedentes de otros elementos radiactivos empleados habitualmente contra los tumores.

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“Es un poco como la diferencia entre un cañón y una pistola de aire comprimido”, en palabras del químico estadounidense Lon J. Wilson, uno de los pioneros en el diseño de tratamientos con astato contra el cáncer. “La masa extra incrementa la cantidad de daño que las partículas alfa pueden infligir a las células cancerosas”.

Una vida media de 7,2 horas

El astato se conoce desde 1940, pero hasta ahora se ignoraban sus propiedades fundamentales por ser tan bicho raro: en la naturaleza sólo hay 0,07 gramos repartidos por el mundo en un instante dado y además duran poco. La vida media del astato-211 es de 7,2 horas. Se merece su nombre. La palabra griega astatos significa inestable.

Unas pruebas con enfermos de cáncer comenzarán pronto en un hospital de Nantes (Francia)

Para solventar estos obstáculos, los físicos Andrei Andreyev, de la Universidad británica de York, y Valentin Fedosseev, del laboratorio de física de partículas europeo CERN, diseñaron un enrevesado experimento con láser para poder estudiar su estructura atómica. Sus detalles se acaban de publicar en la revista Nature Communications.

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Ahora, detalla Köster, equipos científicos de Nantes (Francia), Gotemburgo (Suecia) y de la Universidad de Cornell (EEUU) pelean para desarrollar radiofármacos con astato. Un ensayo clínico para probar un tratamiento en humanos comenzará “pronto”, según Köster, gracias a una colaboración entre el ciclotrón Arronax de Nantes y el hospital universitario de la ciudad. El ciclotrón francés es un acelerador de partículas capaz de producir ínfimas cantidades de astato a partir de otros elementos químicos. Pero ni siquiera allí saben si de verdad es de color negro.