La bondad y la ética del cuidado en la subjetividad femenina

fb96baacc2e1def6b11f5fd5cc8473d5 ef54689980baf0993269ae6aa9597e3f ef48aa804823e9c92c8dfe62bbf95090

La bondad y la ética del cuidado en la subjetividad femenina. Implicaciones del DSM-V para la sexualidad de las mujeres

Publicado en la revista nº046

Autor: Garriga, Concepció

Lo que me he propuesto con este trabajo es un juego de malabarista, donde hago bailar tres malabares con la intención que, al final, se aprecie que en su interrelación está la manera que propongo de comprender la bondad y de trabajarla terapéuticamente. Me iré centrando separadamente en a) la ética del cuidado; b) la psicoterapia y c) la sexualidad que, a su vez, están atravesadas por una mirada de género y se imbrican en lo social. Una versión corta de este trabajo ha sido leída como ponencia en las Jornadas 2014 de la IARPP en Cáceres.

 

Uno de los primeros conceptos que suelo tener que deconstruir en muchos tratamientos, particularmente con mujeres, es el del “egoísmo”. En cuanto me intereso por algún logro, dedicación o acción a favor de “una”, me encuentro muy a menudo con el comentario: “pero esto es ser egoísta”. Gilligan (1982/1985) ya describió este fenómeno mostrando que las chicas calificaban de “egoísta” lo que querían hacer, mientras consideraban “bueno” lo que los otros querían que hicieran. Su moralidad les ordenaba volverse “abnegadas” en nombre de la bondad (Gilligan, 2013a). No en vano, una de las primeras proclamas del movimiento feminista fue: “Las chicas buenas van al cielo, las malas a todas partes”.

ed1450f86d3f4852b76dd705ca59aec9 ec62a522139a0b7222ac6e103a7481fc e3af763a6cd4c367bd2f5333db82a5b2

Voy a poner un ejemplo de entre muchos posibles: se trata de Ana, 21 años, un año y medio de tratamiento con interrupciones por viajes. Ahora la veo por Skype, está en Ginebra. Llegó sin menstruación desde hacía un año por anorexia. A los 3 meses de tratamiento me comentó que ella hace más las cosas para l@s demás que para sí misma. Y que se había dado cuenta de que: “solo acabo teniendo control sobre la comida”.

 

El miércoles cuando la veo me habla de que ha estado con una “amiga” que ha viajado a Ginebra para el fin de semana, pero que no la quería invitar a su casa, que lo que ha hecho cuando se han visto es evitar hablar de alojamiento en la conversación. Estaba contenta porque, por una vez, no había hecho lo que quería la otra sino lo que ella deseaba. Reconocía que cuando vino esto no lo podía hacer, y siente que ahora puede gracias al trabajo que hacemos juntas. Nos congratulamos por este logro: deja de hacer lo que esperan de ella para focalizarse en lo que ella quiere.

1b4412b6f52cd97e1d8ea114afa7bc43 1e05bd6c553c4591031cf8b84472058f

Dos palabras para poner a Ana en contexto: es la mayor de cinco hermanos de una familia muy acomodada. Sus padres se separaron cuando ella tenía 7 años. A los 13 la mandaron a estudiar a Estados Unidos, a un internado internacional, donde estuvo hasta los 17. Su padre tiene una nueva pareja, sin hijos. Su madre tiene colitis ulcerosa desde que se le va vaciando el nido. Sus otros hermanos también están fuera del país. Ana viene con mucha sensación de soledad y vive a su padre y a su madre como amenazas. Al poco tiempo se rompe la cadera, con lo que tiene que abandonar sus estudios en Ginebra y pasar mucho tiempo aquí con ellos y puede seguir el tratamiento con más regularidad. Sigue sin la menstruación, que no recupera hasta después de un año y de muchas sesiones: conmigo, de yo con su padre, yo con su madre, con su ginecólogo, con una endocrinóloga, una dietista,… tod@s estamos de acuerdo que esta rotura ha sido providencial para evitar que ella se rompiera del todo.

64276_11_FR10.tif2 3fbc3251e2c68c2d7545f3efed1ffd5c

Orbach (2012) afirma, en la misma dirección que “el deseo sigue siendo problemático para las mujeres”. Sigue habiendo “dificultad para actuar en el propio interés, incluso para identificar el propio interés y deseo”. Otra paciente, Juana, me lo expresa directamente, “no sé lo que quiero y entonces me es más difícil actuar en consecuencia”; esto me lo dice después de haberse acostado con un hombre al que no acababa de desear. También está muy confusa respecto a qué dirección profesional tomar. Juana es de un país de la órbita soviética y vive sola en Barcelona; tiene estudios de Empresariales y hace de encargada en una tienda.

2b0ca916cf4842f84ce7b57291e60d5e

Levinton (2000) ya argumentaba que en la constitución del superyó, la heroína femenina temprana es la “gran cuidadora”, con atributos morales de bondad, entrega, y consideración a la vida y a las relaciones. Dice textualmente:

 

“Una de las condiciones que ejercen más opresión sobre la subjetividad femenina es que no existe freno simbólico alguno para disminuir la culpabilidad de las mujeres en torno al desinterés o transgresión de esta dedicación al cuidado”.

4ab03efe5e46577ab4e8e35361993f25 5975e0809b8cf583f46d89c26576c2d2

Freud (1918) ya mencionaba explícitamente a “las mujeres que casi han sucumbido bajo su carga de privaciones” (citado en Aron & Starr, 2013). Deseo hablar de esta carga de privaciones de las mujeres, que deriva de su “bondad”, abnegación y sacrificio, y que Gilligan (2013a) denomina “ética del cuidado”. Mi visión es que si miramos la realidad actual de la vida de muchas mujeres, ha habido pocos cambios en el sentido que siguen siendo las mujeres las que llevan mayormente el trabajo de cuidado: de las criaturas, de las casas, de las relaciones, de las personas mayores,… la “parentalidad dual” (Benjamin, 1988) o “el nuevo contrato sexual” (Berbel, 2004) existen, pero siguen siendo los menos. Cuando ambos miembros de la pareja trabajan a tiempo completo suelen encontrar soluciones en el contrato de personal, que más y más frecuentemente proviene del tercer mundo, como ampliaré más adelante reseñando una mesa redonda publicada en Studies in Gender and Sexuality de 2006.

156e17bc2bdac95b80e26b3a3ea6f280 9dc181714f842158395f7b6086dc930a

Sigue Gilligan (2013a), en un contexto patriarcal el cuidado es una ética femenina; en un contexto democrático, el cuidado es una ética humana. Cuidar es lo que hacen los seres humanos: cuidar de uno mismo y de los demás. La comprensión mutua -una estructura horizontal- es intrínsecamente democrática y es innata (neuronas espejo, empatía,…). Para que lo horizontal se convierta en vertical –jerárquico, patriarcal-, hace falta que se produzcan escisiones. Fundamentándose en los trabajos de de Waal (2009/2011), Hrdy (2009) yDamasio (2001, 2011), Gilligan (2013b) afirma que en los últimos 40 años ha tenido lugar un cambio de paradigma que sostiene de forma inequívoca que “la escisión entre pensamiento y emociones es indicativa de un daño o de reacciones a un trauma”.

5aa2e37f4be5ffba539b15949e990036 129498290152c190099dc82e726c4d43

El cuidado y la asistencia no son asuntos de mujeres, son intereses humanos, es el patriarcado con su modelo binario y jerárquico del género, y con la división de la moralidad, el que en nombre de los derechos y la libertad, ofrece un pasaporte al descuido y a la desatención a la masculinidad, mientras que para preservar las relaciones y mantener la paz, promueve una disposición a renunciar a derechos en la feminidad. Es decir, lo que excluye el patriarcado es el amor entre iguales, por lo que hace imposible la democracia, que se funda en dicho amor y en la libertad de expresión (Gilligan y Richards, 2009).

a73b3f9fa29564e16bb1d7a1021d6faa

La socióloga Ma. Jesús Izquierdo (2010) define las categorías mujer/hombre como relacionales. Y afirma que tanto las mujeres como los hombres tienen un papel activo en las relaciones de explotación y que es el sexismo/el patriarcado el que define la masculinidad hegemónica (Connell & Messerschmidt, 2005) que legitima la subordinación de las mujeres. La hegemonía actúa desde el núcleo de la persona (su organización psíquica), es parte de la organización del consentimiento, “un proceso que construye formas subordinadas de consciencia sin recurrir a la violencia ni a la coerción” (Barret, 1994/2003).

d7680fb13bf9850df3983a1e5d3ebe91

Gilligan (2013a, b) afirma que el patriarcado deforma la naturaleza de las mujeres y de los hombres de manera distinta. También sabemos cuándo, cómo y porqué lo hace. Los chicos a los 4-6 años, las chicas a los 13-14. Gilligan muestra, junto con Judy Chu (en prensa) que “Cuando los niños se convierten en niños” demostrándose que no son niñas, que es entre los 4 y los 6 años, pierden la atención, locuacidad y autenticidad, y se van volviendo menos perceptivos, articulados y expresivos y más falsos e indirectos en sus relaciones. Lo que Way (2011) encuentra consolidado a sus 15-16 años, cuando ya no tienen ningún amigo íntimo, porque desear cercanía emocional y amistades íntimas es “propio de chicas u homosexuales”.

6d0b63bf4c0fe633b6799edbce4f0e3a

El proceso de iniciación a las normas y los valores del patriarcado prepara el terreno para la traición de “lo que está bien”, y entonces la psique responde con ira, aislamiento social, y volviéndose loca (Shay, 1994). Además, la traición a lo que está bien socava los cimientos de la experiencia y destruye nuestra capacidad de confiar en lo que sabemos. Entonces somos prisioneros de la voz de la autoridad (Gilligan, 2013b). Pone este ejemplo: los soldados en Vietnam sabían que no estaba bien matar civiles, pero cuando lo hacían recibían condecoraciones y reconocimientos de sus superiores. Esta es la traición. Acababan creyendo más en la voz de la autoridad que en su propia voz interior.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Pero una psique sana es resiliente y logra resistir las presiones a las se la somete para que separe la mente del cuerpo. Hrdy (2009) describe que las condiciones óptimas para criar criaturas con empatía y comprensión son aquellas en que éstas disponen de al menos tres relaciones próximas y seguras (del sexo que sean) que transmiten claramente: “Te vamos a cuidar, pase lo que pase”.

 

La resistencia es la capacidad que permite no aceptar las presiones para actuar de acuerdo a las normas, se funda en la capacidad de acción (agency) y es un denominador común de todas las pensadoras (Benjamin, 1988; Butler, 2004; Dimen, 2012, Kristeva, 1979/1995) que la propugnan como la fuerza necesaria para oponerse a la dominación, que luchemos contra este sistema de relaciones; que nos convirtamos en sujetos acti@os, analizando cómo estamos impregnad@s de sexismo en nuestros deseos y en nuestras prácticas; y que nos resistamos tenazmente a reproducirlo en todos y cada uno de nuestros actos con nuestra “agency” o capacidad de acción performativa; que nos hagamos responsables de nosotras mismas, de lo nos damos y lo que nos quitamos, sin ignorar los límites que la contingencia impone a la libertad, aceptando que “somos más nuestras contingencias y casualidades que nuestras elecciones” (Marquard, 2000).

0d27863b4f45f24be0989adcc2461694

Somos, por naturaleza, homo empathicus en vez de homo lupus. La cooperación está programada en nuestros sistemas nerviosos (Rifkin, 2006). Si a lo largo del desarrollo perdemos la ética del cuidado y nuestra humanidad, los tenemos que readquirir. El trabajo terapéutico es claro: unir lo que está escindido – la mente y el cuerpo; para las mujeres, que el cuidado del/a otro/a no excluya el cuidado de sí mismas; para los hombres, que independencia no excluya necesidad. Laugier & Papperman (2005) dejan claro que junto con la evolución personal también hará falta una transformación social y que los distintos movimientos sociales son los que la empujan: con el feminista que lucha por liberar a la democracia del patriarcado, en cabeza.

Fuente que utilizo:  http://www.aperturas.org