Detalle de ‘Te aa no areois’, pintura de la etapa tahitiana de Gauguin | Crédito: Wikipedia.
El artista francés Paul Gauguin llevó, como muchos otros de sus colegas y contemporáneos, una vida disoluta y un tanto singular. Hijo de un periodista antimonárquico que decidió exiliarse en Perú tras el ascenso al poder de Napoleón III, Gauguin abandonó pronto sus estudios y se convirtió en marino mercante, dando la vuelta al mundo a bordo del buque Chile, y más tarde se enroló en una corbeta militar francesa durante la guerra franco-prusiana.
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El Museo del Prado acoge una exposición que repasa los últimos años de la magnífica producción artística de Rafael Sanzio, el otro gran genio — junto a Leonardo y a Miguel Ángel— del Renacimiento italiano.
Y es que, aunque quedan sólo unos años para que se cumpla el 500 aniversario de su muerte, el célebre pintor de Urbino sigue cautivando con sus obras como el primer día.
Con el anuncio de la exposición en la pinacoteca madrileña, han sido muchos los medios que coincidían en preguntarse hasta dónde podría haber llegado el genio de Rafael de no haber muerto prematuramente a los 37 años, como también le sucedió a otro gran artista italiano, Caravaggio, fallecido en extrañas circunstancias sin haber cumplido los 40….(…)..
Tras esta primera etapa de su vida llena de viajes y aventuras, el joven Paul Gauguin decidió cambiar de aires y dedicarse a una profesión tan poco relacionada con el arte como la de agente de bolsa. Al parecer los negocios bursátiles no se le daban nada mal, y en poco tiempo había amasado una pequeña fortuna.
Fue entonces cuando comenzó a pintar por placer, después de que su amigo Gustave Arosa le introdujera en el círculo de los impresionistas. Fue también en aquellos años cuando contrajo matrimonio con Mette-Sophie Gad, hija de una adinerada familia danesa, con la que tuvo cinco hijos.
Durante unos años intentó dedicarse en exclusiva a la pintura, dejando de lado sus negocios en la bolsa, pero como las ventas de sus obras no le permitían mantener a su familia, decidió trasladarse con su mujer y sus hijos a Copenhage, donde residía su familia política. Tras tres años durante los cuales tampoco consigue prosperar gracias a su obra, en 1885 Gauguin decidió regresar a París, abandonando a su esposa y sus hijos.
En aquel momento comenzó la etapa más interesante y productiva del artista galo, durante la cual también se abandonó a una vida bohemia aunque no exenta de placeres. Primero se estableció en la Bretaña francesa, formando parte de la vida cultura de Pont Aven, y más tarde puso rumbo a América, viviendo una temporada en Panamá y después en la Martinica, lugares en los que empapó su pintura del gusto por la sensualidad del color y el exotismo.
‘Autorretrato’, de Gauguin | Crédito: Wikipedia.En 1888 Gauguin regresó a Francia enfermo y sin dinero. Su lamentable estado de salud se debía a sus excesos con la bebida y a varias enfermedades tropicales, aunque algunos historiadores han sugerido que ya entonces podía estar enfermo de sífilis, dolencia que habría contraído a raíz de sus numerosos encuentros sexuales.
Tras una nueva estancia en Bretaña y París, Gauguin se embarcó una vez más en 1891, esta vez con rumbo a Tahití. Allí descubriría el primitivismo y la exótica belleza de las mujeres tahitianas, a las que pintaría en numerosas ocasiones y entre las que tuvo varias amantes, como la joven Pauura a Tai. Después de un último viaje a Francia, el artista regresó definitivamente a Tahití, y allí murió en 1903, pobre y enfermo, en la localidad de Atuona, en la isla de Hiva Oa.
Durante décadas, los historiadores han considerado que la delicada salud de Gauguin en sus últimos años estuvo marcada por los terribles síntomas de la sífilis. Sin embargo, un reciente estudio realizado en Estados Unidos podría cambiar esta idea, y al mismo tiempo “rehabilitar” en cierta medida la figura de Gauguin.
En el año 2000, con motivo de una excavación en el lugar donde vivió el artista sus últimos años de vida –una modesta cabaña de estilo maorí bautizada como ‘La casa del placer’–, los arqueólogos sacaron a la luz varias botellas y otros objetos que habían quedado sepultados en un pozo.
Una de las botellas contenía cuatro dientes, piezas que han sido analizadas recientemente por los forenses del Field Museum de Chicago, una institución vinculada con la universidad de la ciudad estadounidense.
Los resultados de dichos análisis –que se dieron a conocer en fechas recientes–, parecen demostrar sin lugar a dudas que los dientes pertenecieron a Gauguin, pues el ADN que se extrajo de las piezas dentales coincide en un porcentaje elevado con el de Marcel Tai Gauguin, nieto del pintor y de una de sus amantes tahitianas.
Curiosamente, los análisis también revelaron un detalle curioso: en ellos no había rastro alguno de mercurio, una sustancia que se empleaba a finales del siglo XIX para tratar la sífilis. A la vista de estos resultados, la historiadora Caroline Boyle-Turner, una de las participantes en el estudio, explicó que sólo había dos explicaciones para este hecho: o bien Gauguin nunca padeció sífilis, o bien nunca recibió tratamiento para paliar sus efectos.
Tumba de Gauguin en Atuona | Crédito: Wikipedia.
En uno u otro caso, lo que sí ha podido determinar el forense William Mueller –uno de los autores del examen de los dientes del pintor– es que Gauguin debió sufrir fuertes dolores antes de que le extirparan esas piezas dentales, pues se encontraban en un estado lamentable.
El hallazgo arqueológico del pozo de la cabaña de Gauguin ha desvelado también algún otro detalle interesante sobre sus costumbres en los últimos años de su vida. Junto al frasco con los dientes, los arqueólogos descubrieron también una botella de cerveza de Nueva Zelanda, varias botellas de licor, frascos de perfume francés, una jeringuilla con dos ampollas de morfina y varios pinceles, restos de pintura y una cáscara de coco que el artista empleó como improvisada paleta.
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“Una hija del suplicante ha sido desflorada a la fuerza y conocida carnalmente muchas veces por Agostino Tassi, pintor, amigo íntimo y colega del suplicante”.
Así comenzaba la carta de súplica que Orazio Gentileschi, padre de la ultrajada, escribió en el año 1612 al pontífice Pablo V con la esperanza de que se hiciera justicia.
Su hija Artemisia, que por aquel entonces contaba con unos dieciocho años —dieciséis según otras fuentes— había dado muestras de su talento para la pintura, así que su padre —también pintor— decidió que Tassi, a quien consideraba amigo, se encargara de su educación.
Por desgracia, Agostino Tassi abusó de la confianza de su amigo y terminó aprovechándose de su pupila…(…)
Tras la finalización del estudio de los dientes del artista, éstos fueron devueltos al alcalde de Atuona en una singular ceremonia que tuvo lugar el pasado mes de enero a bordo del crucero Paul Gauguin, y hoy se custodian en el centro que lleva su nombre, y que se levanta en el mismo lugar en el que un día el pintor vivió sus últimos años: la maison du jouir, “la casa del placer”.
Fuente: The Art Newspaper
Fuente que utilizo: http://es.noticias.yahoo.com