Descubierta la causa de la pandemia más letal de la historia, que podría repetirse

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En el año 541 Justiniano I había consolidado las fronteras del Imperio bizantino, que estaba en el apogeo de su poder. El emperador se había propuesto restaurar las fronteras del antiguo Imperio romano y, aunque no lo logró del todo, conquistó Italia y el sur de la península Ibérica, devolviendo al imperio el control de Mediterráneo. Bizancio vivió una época de esplendor cultural y comercial que a buen seguro habría sido muy duradera. Pero, entonces, el desastre se cernió sobre el imperio.

En el año 543, una letal epidemia, cuya causa nadie conocía,  empezó a extenderse por todo el imperio a través de sus transitadas rutas comerciales. El historiador y eclesiástico Juan de Éfeso, que vivió en primera persona el impacto de la epidemia, señala cómo la gente enfermaba repentinamente, sus ojos se tornaban sanguinolentos, sufrían una enorme fiebre y, en dos o tres días, después de un largo periodo de confusión mental, morían.

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La plaga de Justiniano acabó con la vida de entre 30 y 50 millones de personas: aproximadamente la mitad de la población mundial de la épocaHoy sabemos que el primer brote de la epidemia, conocida como la plaga de Justiniano, debió surgir en algún punto del este de África o en China, pero pronto se extendió por todo Asia, el norte de África, la península arábiga y Europa. Acabó con la vida de entre 30 y 50 millones de personas: aproximadamente la mitad de la población mundial de la época. El Imperio bizantino se vino abajo y no se recuperó hasta el siglo IX.

El patógeno más antiguo analizado nunca

Durante mucho tiempo se ha especulado con la posibilidad de que la plaga de Justiniano fuera causada por la bacteria Yernisia pestis, artífice de la peste bubónica, y protagonista, también, de la peste negra que asoló Europa en el siglo XIV; una epidemia que se disputa con la plaga de Justiniano el título de “pandemia más devastadora de la historia”. Entonces murieron 25 millones de personas en Europa y en torno a 40 o 60 millones en Asia.

Ahora, un grupo de investigadores de diversas universidades estadounidenses, australianas y europeas, han confirmado la hipótesis, pero con matices: ambas pandemias fueron ocasionadas por la misma bacteria, la Yernisia pestis, pero por distintas cepas de ésta.

Hendrik Poinar, líder de la investigación. (Universidad McMaster)

Hendrik Poinar, líder de la investigación. (Universidad McMaster)

Los científicos, liderados por Hendrik Poinar, director del centro de investigación de ADN antiguo de la Universidad McMaster (Canadá), han analizado los dientes de 1.500 años de antigüedad de dos víctimas de la plaga de Justiniano, enterradas en el pueblo de Aschheim, en Baviera (Alemania). Gracias a estos han conseguido extraer minúsculas trazas de ADN, obteniendo el análisis de un patógeno más antiguo de la historia.

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Los resultados, publicados hoy en la edición online de The Lancet Infectious Diseases, son, en opinión de Pinar, “fascinantes y desconcertantes”. La cepa responsable de la plaga de Justiniano es un “callejón sin salida” evolutivo: es distinta a la que provocó más adelante la peste negra. Llegó, se cargó a media humanidad, y desapareció. Y esto, según explica Poinar, no es una buena noticia:

“Sabemos que la bacteria Yernisia pestis ha pasado de los roedores a los humanos a lo largo de la historia y que todavía existen reservorios de la plaga en ratas de muchas partes del mundo. Si la plaga de Justiniano pudo surgir en los humanos, causar una pandemia masiva y desaparecer, es que puede hacerlo de nuevo”.

Por suerte, explica otro de los autores del estudio, el profesor de la Universidad de Arizona del Norte Dave Wagner, ahora podríamos hacerle frente: “Afortunadamente, hoy en día contamos con antibióticos que podríamos utilizar para tratar de forma efectiva la plaga, lo que disminuye las posibilidades de que suframos otra gran pandemia humana a gran escala”.

Uno de los esqueletos que han sido analizados. (Universidad McMaster)Uno de los esqueletos que han sido analizados. (Universidad McMaster)

Estudiando las epidemias de ayer para entender las de mañana

Los esqueletos analizados en el estudio ofrecen más datos sobre la plaga de Justiniano. Los investigadores creen que la epidemia debió surgir en Asia, no en África como pensaban la mayoría de investigadores hasta ahora. Pese a esto no han logrado establecer su “reloj molecular”, una técnica utilizada por los genetistas para datar la divergencia de dos especies, por lo que no sabemos en qué momento surgió esta nueva cepa. Esto sugiere que epidemias anteriores como la plaga de Atenas (130 a.C) o la peste Antonina (165-180 d.C) pudieron ser causadas por cepas independientes de la Y. Pestis.

Unos de los dientes de los que se ha extraído el patógeno. (Universidad McMaster)Unos de los dientes de los que se ha extraído el patógeno. (Universidad McMaster)

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Lo errante de la bacteria, y lo difícil que resulta establecer su “reloj molecular”, son detalles a tener en cuenta en futuras investigaciones, pues muestra lo difícil que es prever el desarrollo de nuevas cepas, así como su trasmisión a humanos. Los investigadores señalan que las herramientas con las que combatimos las infecciones actuales están diseñadas en función de las lecciones aprendidas de las pandemias históricas, por lo que es importante seguir estudiando éstas.

Edward Holmes, otro de los autores del estudio, que imparte clases en la Universidad de Sidney, cree que “este estudio plantea preguntas intrigantes sobre por qué un agente patógeno que era a la vez tan exitoso y mortal desapareció sin dejar rastro”. Su extinción, explica, pudó deberse a dos motivos: “Una posibilidad, que deberíamos comprobar, es que las poblaciones humanas evolucionaron hasta ser menos susceptibles [a contraer la infección]. La otra es que los cambios del clima hicieron que a la bacteria le costara más sobrevivir en el ambiente”.

 

Fuente que utilizo:   http://www.elconfidencial.com